La visión integradora de nuestro ministerio escolapio nos lleva a considerar al estudiante como hijo de Dios con todas sus potencialidades de desarrollo. Ello implica una concepción del niño como persona; como alguien capaz de protagonizar su propio proceso educativo de desarrollo en la fe y la cultura, en evangelio y vida, en Piedad y Letras. Apostamos por el niño, todo el niño, todos los niños y preferentemente los niños pobres.
Como educadores somos llamados a ser, en palabras de Calasanz, “idóneos cooperadores de la Verdad”, potenciando el desarrollo personal del estudiante en todos los ámbitos, con actitud de entrega diligente, “con paciencia amorosa y amor paciente”. Para ello recurrimos a la luz de los hombres: asumiendo una adecuada formación teórica y didáctica; y a la luz de Dios: haciendo un proceso de conocimiento y liberación, de personalización y evangelización, que nos transforme en hombres de fe.